Fascitis Plantar
La fascia o aponeurosis plantar es una capa de tejido fibroso blanco que cubre el suelo de la bóveda del pie, desde el talón hasta la parte anterior de la planta, bajo las cabezas de los metatarsianos. Se inserta en estos huesos y en el calcáneo, lanzando expansiones que llegan hasta los pliegues profundos de la piel, englobadas en la almohadilla grasa de la planta. Constituye también la cubierta fibrosa de los tendones flexores, del tendón aductor del primer dedo en la región interna del talón y del aductor del quinto en la porción externa del mismo.
Esta estructura fibrótica puede irritarse por causas variadas entre las que podemos citar, como más frecuentes, la obesidad o un aumento reciente de peso, el sobreuso en ciertas actividades deportivas, la utilización de un calzado inadecuado o un excesivo arco plantar.
El comienzo del dolor puede ser insidioso, lento y puede afectar a cualquiera de las áreas en las que podemos dividir virtualmente la fascia. Con el tiempo se hace más localizable, produciendo un dolor lacerante y agudo. La zona que estadísticamente da más problemas se sitúa en el talón en un punto algo adelantado sobre el de apoyo, en el centro de su inserción calcánea.
El diagnóstico es, fundamentalmente, clínico, basado en el dolor que refiere el paciente y que puede confirmarse con la exploración, al presionar sobre los puntos de inserción. El paciente refiere un ritmo del dolor característico. Es mayor en los primeros pasos, por la mañana o tras el reposo prolongado, y desaparece en la cama. Las pruebas de exploración complementarias pueden aportar algunos datos en casos de inflamación crónica, de larga duración, que hayan producido cambios estructurales, como roturas microfibrilares o calcificación. El caso más claro lo ofrece la aparición radiográfica del espolón calcáneo que no es sino un estadio avanzado de calcificación que afecta a toda la inserción proximal de la fascia.
La idea popular más extendida atribuye a este espolón cualidades de objeto punzante contra la almohadilla plantar. En realidad no es más que la traducción de un proceso muy evolucionado que ha ido degenerando y produciendo un depósito calcáreo durante mucho tiempo.
El tratamiento que podemos aplicar sigue la secuencia lógica de agresividad en orden creciente, comenzando por el Tratamiento Médico. Procuramos aplicar el tratamiento menos agresivo para recurrir a otro de escala superior si no conseguimos el resultado deseado. Empezamos estudiando las posibles causas que han originado la fascitis para tratar de corregirlas. Aconsejamos, por lo tanto, un estudio del apoyo y de la conformación anatómica del pie para tratar de combatir defectos estructurales o dinámicos de la marcha con unas plantillas a medida.
Estudiamos también otras posibles causas, como un defecto técnico en el gesto deportivo, el aumento de peso, el uso de calzado inadecuado, etc...
Resuelta la causa productora de la lesión, hemos de tratarla porque, dejadas a su evolución natural, las molestias pueden ser persistentes e incapacitantes. En nuestra experiencia, el tratamiento más eficaz es una infiltración de corticoides mezclados con anestésico local pero es un procedimiento que no nos resulta simpático. Hay que tener en cuenta que el pie está cubierto de terminaciones sensitivas y que un pinchazo resulta más doloroso que en otras regiones anatómicas. Cuando se han agotado otras posibilidades e informado previamente al paciente de todas estas consideraciones, podemos recurrir a la infiltración como el medio más efectivo para resolver su problema.
Antes, siempre que las molestias sean soportables, podemos aconsejar fisioterapia, ultrasonidos y la aplicación de ondas de choque (que también pueden ser dolorosas y un "poquito" caras) En todo el proceso, independientemente del tratamiento aplicado, es recomendable realizar ejercicios excéntricos y estiramiento de la fascia y de los tendones plantares.
En los casos más desesperados y resistentes al tratamiento, recurrimos a la intervención quirúrgica. Actualmente utilizamos la técnica percutánea, de muy sencilla ejecución técnica y confortable para el paciente. Bajo anestesia local y control fluoroscópico, localizamos el punto de inserción calcánea y seccionamos la fascia, despegándola del hueso, a través de una incisión puntiforme, de apenas unos milímetros. El paciente no ingresa, vuelve caminando a su casa después de la intervención. Hay que explicarle, eso sí, que la fascia requiere un largo período de cicatrización, posiblemente tres o cuatro meses, para que desaparezcan totalmente las molestias.
Hemos dejado para el final la descripción de un método que hemos adoptado recientemente: la utilización de una tobillera con almohadilla plantar y estabilizador del Aquiles.Hablamos de la Air-Heel, comercializada recientemente por Biolaster, que hemos adoptado después de experimentación por considerarla un utilísimo medio de combatir la fascitis plantar.
La almohadilla, al ser pisada, actúa como una pequeña pera de inflado del estabilizador de Aquiles en la parte poserior de tobillo y pierna. Por una parte quitamos tensión a la fascia y por otra estabilizamos el tendón. Las dos estructuras pueden ser consideradas como una unidad estructural que se refleja sobre el calcáneo, a modo de polea, como ocurre con el tendón del cuádriceps y el tendón rotuliano.
Es un instrumento cómodo, que produce sensación de mejora en los pacientes en cuanto comienzan a usarlo y que actúa lenta pero progresivamente hasta hacer desaparecer las molestias en los casos susceptibles de ser tratados conservadoramente. Se presenta en tres tallas y puede colocarse por encima del calcetín y con cualquier calzado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario